No tiene buena proporción precio-calidad.Lo bueno: la ubicación cercana a los senderos (aunque en El Chaltén todo es cerca) y el espacio común que era agradable y con linda música.Más. Miró a Jacko sin poder disimular la sorpresa. ¿Cuál es? Sus largas piernas, bronceadas de un tono dorado perfecto, se ofrecían a la vista casi desde la cintura, porque justo por debajo de ella desaparecían en el interior de un brevísimo tanga dorado. —Adelante —ordenó Tommy empujando a Sánchez por la espalda con la pistola—. Lo que había desaparecido era el dinero. ¿Y en el desierto que lo rodeaba? ¿Cómo diablos ha llegado aquí tan rápido? —persistió Gabriel—. Por lo visto, trataban de aprisionarlo contra la pared. Y tampoco había recuperado los veinte mil dólares que le había robado Sánchez. —¡Oh, Dios, debe usted de lamentar mucho haberlo matado! Cuando llegaron a un aeropuerto que se llamaba Goodman’s Field, a Sánchez lo sorprendió descubrir que no había guías turísticas; de hecho, ninguno de los pasajeros sabía adónde se dirigían. —se quejó. - 23 - Anónimo El cementerio del diablo Y aún más importante era que no había previsto el mal que los aguardaba durante la breve estancia que habrían de disfrutar en el Cementerio del Diablo. Puede quedarse con esa habitación. «Resulta un tanto despiadado, pero es por el bien de todos», pensó el camarero sentenciosamente. —Reflexionó profundamente durante unos instantes, y después dijo—: ¿Sabes que yo he visto a Candy en la ducha? En el bar no había más de veinte personas. —Muy bien. —Vaya, has noqueado del todo a los dos, ¿eh? Lo único que la superaba era beberse su propia orina. Por supuesto, lo primero que sucedió fue que la cabeza quedó apoyada en el hombro derecho de Sánchez y los ojos vacíos de expresión quedaron vueltos hacia él. —Haceos a un lado. Tráiler final de Cowboy Bepop. —Ayer sí que tuvimos un día de puta madre, ¿eh, Sánchez? ¡Estoy encerrado en esta puta cámara! Experimentó un leve sentimiento de culpa. —Tráele cincuenta —ordenó a Tommy. —Era una buena persona. En lugar de eso, se concentraría en lo que le decían los jueces al Blues Brother. Harry no pudo disimular la decepción. Un personaje lleno de energía e indudablemente uno de los mejores artistas de este concurso. Después de repasar con la mirada a todos los demás clientes (de los cuales había aproximadamente unos veinte que estaban sentados) atento a cualquier peligro potencial, cogió la cerveza que tenía más cerca y la alzó ante sus compañeros de mesa. Mientras lo observaba, Elvis le puso una mano en el hombro. —Oh. Especialmente para aquel concurso, se había hecho de encargo un llamativo traje negro brillante y una camisa de color rojo vivo. Había llegado el momento de salir pitando de aquel hotel. Nos da flores espectaculares que nos ofrece durante primavera, verano y otoño, y en muchos colores diferentes. Rezó para que no lo descubriera y se le echara encima, dando así la impresión a la recepcionista de que venían juntos. E incluso ahora que los zombis empezaban a hacer pedazos a los espectadores del auditorio, daba la impresión de continuar notablemente impasible. ¿Era aquél el sitio en el que debería estar? Me limitaré a indicarle el camino. En cambio, alguien acababa de cruzarle la cara de una bofetada. La bala le entró por la frente y la mató al instante. —¿Estás listo para salir de aquí cagando leches? Si los de seguridad los sorprendían consumiendo drogas ilegales dentro del edificio, quedarían descalificados del concurso, de modo que ni que decir tiene que les convenía guardar silencio absoluto. Si Kid no se presentaba con la ropa, él tendría la excusa perfecta para no salir a actuar. Sánchez aprovechó la oportunidad para interrogar a Elvis sobre cómo pensaba escapar. Y al final resultó ser todo un éxito inintencionado, porque cuando llegó a la pista de baile descubrió a Beth disfrazada de la Dorothy de El mago de Oz. ¿O resulta demasiado doloroso hablar de ello? 1 Temporada. —Al ver la expresión de la Dama Mística, agregó a toda prisa—: Mierda, fue un accidente. —¡Están por todas partes! —Emily recordó la sensación que le causó la pistola de Gabriel haciendo presión contra su cabeza—. Pero ahora, cuando llevaban media hora de concurso, le tocaba actuar a Otis, el primero de los cinco participantes que habían sido preseleccionados en secreto para la final. —Este plan es de lo más cutre, ¿sabes? Calculo que nos llevará como un par de minutos llegar hasta mi coche y largarnos de aquí. Uno... - 154 - Anónimo El cementerio del diablo En aquel momento Sánchez decidió intervenir. —Los he puesto bajo vigilancia, custodiados por hombres armados —contestó Powell con cierta pomposidad—. Powell esperó a que comprendiera que Julius no iba a aparecer. Creo que mejor me voy yendo, colega. Se inclinó hacia delante estrujando los senos con tanta fuerza que casi se entabló una pelea por ver cuál de las dos cosas se salía antes: los ojos de Elvis o los pezones de ella. De vez en cuando se oían disparos en medio del estruendo, efectuados por los guardias de seguridad intentando abrirse paso a través de aquellos necrófagos enloquecidos. ¿Es que estás sordo, además de ser idiota? —No tenías ninguna intención de participar en este concurso, ¿verdad? Observando la escena con gesto desapasionado, Powell exhaló un suspiro de alivio pensando en que el concurso había estado muy cerca de acabar a la hora señalada de la una de la madrugada. —¡Me cago en la puta! —Gabe, no hay rastro de ese tipo ni en el restaurante ni en el motel. —Pues... no. Emily desapareció camino de la sala situada tras el escenario y dejó a Elvis viendo la actuación del concursante que encarnaba al desaparecido vocalista de Queen. Elvis asintió. Aquello le había generado una sensación incómoda. Si esperaba una reacción, no la obtuvo. —Pues... no sé, era... igual que salía Jacko en el vídeo. ¡Podríamos estar cagando! Mostró idéntico entusiasmo: —Eres el mejor, Elvis. Había también varios cerdos abiertos en canal, colgados del techo. Junto a él se sentaba Kurt Cobain. Unos instantes después extrajo una oxidada espátula metálica de un cajón situado - 14 - Anónimo El cementerio del diablo debajo del fregadero de enfrente y empezó a dar vueltas a las salchichas. Ciertamente desagradable. Por suerte, los altos niveles de Botox que llevaba en la cara impidieron que dejase ver al jefe de seguridad lo preocupado que estaba. —¿Por qué no elegimos uno cada uno? —Uno de los cuatro es una mujer. De modo que Gabriel estaba muerto y Sánchez desaparecido. Hacía muchos años que nadie desobedecía una orden de Clementine, y además, éste no había llegado a ser quien era a base de rendirse. Elvis era un asesino a sueldo, pero bien pudiera ser que tuviera intención de participar en el concurso. El Hombre de Rojo esbozó una sonrisita satisfecha. —El mismo. - 269 - Anónimo El cementerio del diablo —De acuerdo, entonces a ver qué le parece lo siguiente: si gana, no firme el contrato. Una vez dentro, se quedó atónito al ver que el conductor no era otro que Annabel de Frugyn, la Dama Mística en persona. La verdad era que Sandy se había empleado a fondo. ¿Peor que Cobain? Lo cierto era que no había nada que le gustara más que una buena matanza de Halloween, de las que ya estaban pasadas de moda. Igual que su madre. Elvis era un tipo de lo más tranquilo y jamás le entraba el pánico por nada. Pues yo tengo una cosa que puede remediarlo. Abrió unos ojos como platos y apuntó con la pistola a la cabeza de Elvis. El zombi que tenía más próximo llevaba puesto un polo viejo y raído que en su época debió de ser blanco pero que ahora estaba gris debido a la mugre. Sin embargo, la persona que llenaba su pensamiento la mayor parte del tiempo era Beth, en las raras ocasiones en que permitía que regresara el pasado. Aquellos cabrones eran unos salvajes. ¿Sandy? Hasta Elvis, que no era de baja estatura, advirtió que aquel individuo era un verdadero gigante. Pero no es la primera vez que vengo. Justo cuando las puertas del ascensor empezaban a cerrarse, Julius dio un paso adelante y las detuvo con la mano izquierda. Hablando despacio y con nitidez, le preguntó a Gabriel: —¿Y por qué razón un hombre de Dios iba a pagar a alguien para que matase a los participantes de un concurso de talentos? Teniéndola además sujeta con la rodilla en la espalda, le impedía cualquier movimiento. En recepción, nadie reconoció haberlo abierto; afirmaron que la persona que había ocupado su habitación se lo había entregado en aquel estado. Había permitido que el personal de seguridad del hotel le subiese el equipaje a la habitación, pero no estaba dispuesta a dejar que nadie pusiera las manos en su sucio y viejo bolso de cuero marrón. Seguidamente, para gran sorpresa de Sánchez, Angus el Invencible disparó dos veces, una con cada pistola. Kid se volvió hacia Jacko, que estaba asiendo el tirador de la puerta para apearse. Se oían graznidos y bocinazos de los instrumentos mientras los miembros de la banda intentaban en vano repeler el ataque. O algo. Desde el momento en que puso los ojos en el dinero que contenía el sobre que encontró en la habitación, ya empezó a maquinar toda clase de planes para especular con él. —Era Elvis. ¡Te estaba haciendo un puñetero favor! El nombre de esa persona está envuelto en una nube de confusión. Tomó una de las del centro y la puso encima del mostrador. —No. Una escena ya desagradable de por sí que resultaba aún más horrible debido a que los ojos, aunque estaban abiertos, se habían vuelto hacia arriba y mostraban únicamente lo blanco. Sin mí, podría perderse. —Pero eso es demencial. Bueno, ¿qué, estás teniendo suerte? —Hubo un considerable tono de amenaza en la forma en que pronunció la palabra «terminaré». —¿Quiere saber qué le van a regalar por su cumpleaños? —De pronto le vino un nombre a la cabeza—. Cabrón hijo de puta. La agitación incrementó de forma visible la tensión de la cremallera de la cazadora. Joe se encogió de hombros como para disculparse. Eso me dice que existe algo que se llama vida después de la muerte, si a eso se le puede llamar vida. —¡Eh, Elvis! Ahora estaba más nervioso que antes de salir a escena. Arrancando un crujido al torturado vinilo, Sánchez retorció su contundente trasero contra el asiento y miró por la ventana para ver el coche en cuestión. Sánchez se giró a la izquierda para pulsar el botón de su planta, pero se topó con algo muy desagradable: en aquel rincón de la cabina, debajo del panel de botones, se hallaba el cuerpo desmoronado de un hombre negro de veintipico años. —balbució Johnny repitiendo las palabras de su compañero. Pues entonces escojo a Freddie Mercury. Después, la presentadora dejó pasar unos segundos más para contar con el silencio total de los espectadores, y entonces volvió a hablar. —En Vive y deja morir. En el escenario, Nina Forina, la presentadora del concurso, estaba entreteniendo al público y preparándose para anunciar la próxima actuación, la de Emily. En el otro extremo del espectro se encontraban varios tipejos poco convincentes. No había pensado en esto. Daba la sensación de pertenecer a un tipo grande y dominante. Ahora el contrato es de otro. —Puede que no lo gane, pero llegará a la final. —Bueno... no. ¿O sentarte encima de Sánchez volvió la cabeza y vio que el gigantesco zombi ya casi había salido totalmente a la superficie y estaba alzándolo a él por el tobillo para desestabilizarlo, con el fin de arrearle un mordisco en la pierna. Quiero que lo consiga alguien que posea talento. - 72 - Anónimo El cementerio del diablo —Verás —dijo con suavidad—, un día como hoy, hace diez años, mi madre se transformó en vampiro e intentó matarme. —De acuerdo. Hizo una inspiración profunda y se dirigió otra vez a Tommy. A su izquierda había visto que el cliente vestido con aquel traje de cuero rojo se ponía de pie de un brinco, conmocionado por lo que acababa de ocurrir. Entonces, ¿quién coño era? En el interior de la camioneta, Pete empezó a subir de nuevo el cristal de la ventanilla. Miró a su alrededor frenética, buscando algo con que protegerse o defenderse. Y aunque lo pilló por sorpresa que lo atacasen unos zombis, era lo bastante disciplinado para apartar aquello de su mente y concentrarse en matarlos. —Así lo haré. —Además estaba elevando la voz, tanto el volumen como el tono. En particular, aquel trayecto en autobús había venido después de un vuelo de tres horas. Ahora estaba inmóvil en una especie de semicuclillas, con un brazo estirado apuntando a los jueces. Si no nos apresuramos, vamos a perdernos el resultado. El destrozado cantante dio la impresión de no haberlo oído, de modo que Sánchez lo empujó por la espalda lo bastante fuerte para hacerlo salir de detrás de la cortina. Pero aquel detalle no mejoró las cosas. Tan pronto como hubiera ganado una cantidad decente, volvería a meter en el sobre veinte mil dólares en billetes de cien, lo cerraría y lo dejaría en recepción. Los zombis le permitieron exhalar un solo grito de dolor antes de hacerlo desaparecer bajo un grupo de ellos para ser devorado con avidez. —En cuanto alguien firme ese contrato, tenemos que largarnos de aquí cagando leches, pequeña —le oyó decir Sánchez. Desde luego que sí. —¿Qué quieres...? Guárdatela en la parte de atrás del pantalón y tápala con la camisa. Una de las cuencas estaba completamente vacía. Nous disposons de fraises de petit (40 mm) qui sont montées dans des adaptateurs 1/2 Gaz, et sur la commande, nous pouvons fournir des fraises avec diamètre spécial. Es la mejor parte. —¿Y por qué iba a hacer algo así? Tan pronto como se perdió de vista, la sonrisa que llevaba en la cara se transformó en una expresión ceñuda. ¿Ve algo más? —saludó él a su vez pero susurrando, preocupado por llamar demasiado la atención—. ¡Gana mucho! Había llegado el momento de proceder a una rápida retirada. —Te estaba buscando. Ahora nos vamos a poner a hacer castillos de arena en el desierto. Y, siendo un hombre que en general no tenía gran interés por darse a la reflexión, se permitía tan sólo un día al año para rememorar el pasado y recapacitar sobre lo que habría ocurrido si diez años antes la noche de Halloween se hubiera desarrollado de modo distinto. —¿Y ese papel? —Tengo esperanzas de poder participar en el concurso de cantantes que se organiza en el hotel —continuó—. Dulce Venganza. Lo abrió y contó cinco billetes de cien dólares. —Así es, exactamente. —Chist —contestó Lucinda—. —Ese tipo ha estado persiguiéndome por todo el puto hotel. Al acordarse de lo histérica que estaba ella cuando le tocó actuar, se solidarizó con él. —Cleveland. Estaba claro que se necesitaba actuar con más cuidado, así que retrocedió un poco más, se escondió detrás de una de las estanterías y disparó desde allí. Ella ya se lo había figurado bastante rápido. No había rastro de la presencia de ningún zombi, aunque se oía con toda claridad el ruido que hacían atacando y los chillidos de sus víctimas. En efecto, en el fondo del mismo había un grueso fajo de billetes. De Nigel Powell se podía decir de todo, pero había que reconocer que tenía modales. Tenemos que largarnos de aquí, Sánchez. Powell no le agradaba demasiado, pero le temía. Elvis agarró a Sánchez del brazo y lo obligó a entrar en el tercer cubículo. Sánchez se sentó detrás de Annabel. Con tu visión comercial y mi clarividencia, podríamos forrarnos. Tenía una mitad de la cara toda podrida, con lo cual se hacía difícil distinguir cómo debió de ser en vida. Elvis sonrió de oreja a oreja. —Pues no lo es. —Stephie cogió el sobre y se levantó murmurando en voz baja, pero suficiente para que Sánchez la oyera—: Voy a guardarlo en una caja de seguridad para que no vuelva a abrirse solo. Elvis era el único aliado que tenía. Mentalmente vio con toda nitidez la imagen de Beth dando saltos por el pasillo del instituto y canturreando: «Vamos a ver al mago, al maravilloso mago de Oz.»Él la interrumpió de inmediato, de modo que no consiguió llegar al final del estribillo. Piénsalo. Diablos, los demás finalistas no iban a ponerle las cosas fáciles, de modo que ¿por qué iba a ponérselas el Rey? Peor aún, su presencia no era precisamente lo que más le convenía cuando estaba a escasos momentos de llevar a cabo una de las interpretaciones más importantes de su vida. —Escalera, ascensor. Son las doce y cincuenta y siete. El ruido de pasos que se dirigían hacia la cámara frigorífica fue uno de los sonidos más de agradecer que había oído jamás. Señoras y señores, el concursante número cinco de la final será... ¡Elvis Presley! —Ah, ¿sí? Kid observó el lugar del pasillo en que éste se juntaba con otro. —¿Quiere que le diga quién va a ganar el concurso? Luego, con un poco más de cuidado, empujó despacio la puerta trasera, que conducía a la cocina. Fuera como fuese, Emily tuvo la sensación de que no iba a ser capaz de respirar nunca más. Es un misterio que Angus perdiera el tiempo gritándoles; no iban a reaccionar. Uno los tenía rojos, el otro, amarillos, y relucían con una siniestra fosforescencia en la oscuridad de la noche. La sala de espera era un hervidero de actividad, llena de bote en bote de aspirantes disfrazados como sus cantantes favoritos. —Lo miró con expresión suplicante, como diciendo: «Por el amor de Dios, no provoques ningún incidente más.» Abrigó la esperanza de que aquel pensamiento le perforase el cerebro de alguna manera. Si esperaba una señal para volverse a casa, aquí la tenía. Descendió el cristal de la ventanilla del conductor y apareció el rostro de una mujer de cuarenta y tantos, aterrorizada. Muy despacio, sin hacer ningún movimiento obvio, alargó la mano en dirección a un pequeño cajón de madera que había bajo el mostrador, a la altura de la cintura. Como digo, son mártires. —gimió después de agotar su capacidad de observación y de deducción. Cuando el público empezó a impacientarse, Nina incrementó todavía más la presión abriendo el sobre con una lentitud insoportable y mirando tímidamente el contenido del mismo. Buscar . Elvis se levantó y bajó de un salto al desolado asfalto de la carretera. Con la característica que todas las hojas nuevas que pueda dar la planta, también harán aroma a menta. —También era cantante. Nacía en el pasillo de la derecha, atravesaba el centro mismo de la zona de recepción y llegaba hasta la entrada principal. Su voz fue profunda y comedida, y su tono rayaba en lo serio. —No... no estoy seguro —balbució Powell—. Normalmente, ninguno de los dos se habría visto metido en una persecución tan importante, pero es que aquella mañana habían muerto tantos agentes que terminaron llamándolos a ellos para que entraran en acción. Muy bien. —Me duele un poco. Si me das la oportunidad. —¿Cómo? ¿Puede decirme quién se aloja en la habitación sietetrece, por favor? —¿Sánchez? En cambio, Jacko, con aquel traje de cuero rojo, parecía un imbécil integral. Si Elvis lo hacía genial y ganaba el concurso, ¿qué sucedería? Por fin Sánchez iba a tener un sitio seguro en el que apoyar su cansada cabeza. Sus ojos quedaban ocultos por unas gafas de sol de cristales oscuros y polarizados y montura metálica, y lucía una cabellera tupida, oscura y lacia... incluso grasienta, que le llegaba casi hasta los hombros, pero sin arreglo ninguno. Dudo mucho que sea un hombre de Dios. Elvis le propinó un cachete en la cabeza y le indicó a Gabriel con una seña que continuara. Pero entonces se acordó del porrazo que se dio en la cabeza el muy imbécil solo, mientras intentaba disparar una pistola, y le resultó totalmente lógico. Durante unos instantes de terror no tuvo nada claro qué iba a hacer aquel sicario vengativo. Sube y haz lo tuyo. Algunos de aquellos zombis tenían una fuerza increíble, pero dudaba que alguno fuera lo bastante duro para atravesar las varias capas de grava, hormigón y asfalto que componían el firme. —Vaya, eso sí que tiene gracia, viniendo de usted. Kid señaló con un gesto de cabeza a Jacko, que seguía sentado en el interior. Sánchez, situado detrás de Emily, observaba los acontecimientos con interés. —le preguntó pinchándolo en el pecho con el dedo. Y, para que, según esperaba, quedaran impresionados. A lo largo de las últimas veinticuatro horas había habido momentos en los que creyó que jamás iba a ver de nuevo cosas sencillas y naturales como el brillo de la luna y de las estrellas. «Qué símbolo tan raro para un emblema —se dijo—. La expresión con que la miró de entrada implicaba que no le hacía gracia que se dirigiera a él, pero dicha expresión se suavizó un poco al reconocerla. —No, pero eso no es todo. Hay un cartel. - 223 - Anónimo El cementerio del diablo Pero lo que de verdad llamó la atención de Sánchez fue el comportamiento de Julius, el que encarnaba a James Brown. Encima de la cabeza traía un sombrero que se parecía mucho al que había perdido Frank Sinatra. —Donde lo dejó, seguramente. ¿Y qué más da eso? —Ya lo sé. La piel de lo que quedaba de la cara estaba chamuscada y correosa, y en el interior de la boca las encías habían desaparecido después de pudrirse. Rápidamente movió los ojos en derredor para reconocer el nuevo entorno. - 330 - Anónimo El cementerio del diablo —No me deje aquí —atinó a decir—. Con fuerza. —inquirió. Y en aquel momento, justo cuando estaba abriendo la boca para hablar, saltó Julius al escenario luciendo su luminosa sonrisa y se acercó hasta Nina. La escalera constaba tan sólo de diez peldaños, pero estaba sin iluminar y por eso se hacía difícil ver adónde llevaba. —Es maravilloso. Sobre la mesa había esparcido un batiburrillo bastante ordenado de papeles y fotografías enmarcadas, estas últimas orientadas hacia él. El arma de Gabriel dejó de presionarle la nuca. Sabía lo que le aguardaba al ganador del concurso, y no iba a ser agradable. ¿Ves a ese tipo? La sangre le manchaba el vestido azul y le daba un color horrible que de lejos parecía negro. Si con aquello había esperado provocarlo, no le funcionó. Las Noches de luciana. ¿«Siempre acaba pasando algo»? Cuando llegue, ha de doblar a la derecha. Publicidad. Sin que se lo pidieran. ¿Cómo diablos se puede consolar a una persona a la que le han cortado la mano a la altura de la muñeca? —Sí. Annabel nunca trabajaba gratis, y se aseguraba de que lo supiera todo el mundo. «Ése es un tipo que no se me va a olvidar tan deprisa», pensó. Y en efecto, los juramentos que lanzaba el sicario se oían acompañados de vez en cuando por un disparo de pistola. Cuando lo tuvo lo bastante cerca, Emily respiró hondo y, haciendo uso de toda su fuerza y de todo su peso, descargó la plancha de vapor sobre el cráneo afeitado de su víctima. Aquél no era uno de los antros de maleantes a los que estaba acostumbrado Kid Bourbon. - 187 - Anónimo El cementerio del diablo Powell caminó unos metros y se asomó por la puerta de cada uno de los cubículos, para ver si todavía quedaba algún indicio de violencia. —¿Qué dice, tío? —Joder, tío, haces unas preguntitas que para qué —replicó Elvis, exasperado—. Con un movimiento del brazo derecho golpeó en la cabeza al que tenía más cerca y le estrelló el puño contra el cráneo. —Espera un segundo, hombre —replicó Elvis. Para empezar, Angus no se había presentado a tiempo. —Ya lo he superado. —Escucha, tarado —dijo Kid—. El segmento central tenía treinta butacas por fila, y los laterales otras quince cada uno.